Infectado

Yo también he caído. Sí, he sido infectado.

Hace un tiempo se comentó en las noticias la aparición de los primeros casos de la enfermedad, y de las medidas pertinentes para no contagiarse, como la de evitar el contacto directo, así como el contacto con los fluidos contaminados. También se puso en notificación la posibilidad de una vacuna, a partir de lo que se creía era la cepa del virus que nos afectaba. Pero al final las medidas, como es de suponer, han sido inútiles.

No existen Puntos Seguros donde refugiarse, puesto que, al parecer, la enfermedad también se contagia por vía aérea, así que, virtualmente, cualquiera puede infectarse por el virus en cualquier lugar, en cualquier momento. Además, en el periodo de incubación previo, no hay ningún síntoma evidente, a pesar de ser ya un portador, por lo que cualquier medida de prevención de daños es inútil. Tu propio compañero de trabajo, o incluso tus familiares más cercanos, pueden ser portadores sin saberlo, esparciendo los microorganismos por todas partes, inoculándote a ti con el virus. Es posible que, cuando leas esto, ya sea demasiado tarde para ti también.

Poco hay que puedas hacer. Intenta refugiarte en algún lugar que consideres seguro, como tu propio hogar. Procura no salir de casa, salvo para lo mínimo imprescindible, como puede ser aprovisionarse de reservas (el clima actual es favorable a la propagación de la epidemia). Si tus obligaciones no permiten parapetarte en tu hogar, o eres demasiado imprudente, intenta tomar todas las precauciones posibles. Aléjate de posibles infectados y evita todo contacto con ellos, y no corras riesgos innecesarios. El problema radica, de nuevo, en que, en las primeras fases de infección, es imposible determinar si alguien está sano o no. En caso de establecer contacto directo, procura no alarmarte, y evita en todo momento el contacto con los fluidos de su organismo. Sin embargo, se ha demostrado que la enfermedad se propaga por el aire, con lo cual toda medida, salvo un aislamiento perfecto y prolongado, es inútil.

No puedo dar sermones sobre medidas perfectas, porque, como ya he dicho, también yo he sido condenado, y ya estoy en los últimos estadios de la enfermedad. En mi caso, fue mi madre, en el centro de salud, la que, por lo visto se infectó. No tuvo contacto directo con ningún infectado, según su relato, pero a pesar de ello, cuando llegó a casa, venía con ella esta dichosa maldición. Al de unos días, empezó a manifestar los primeros síntomas, y mi padre y yo nos vimos obligados a ponerla en cuarentena, pero ya era demasiado tarde. Poco después, mi padre también cayó presa de la infección, y pese a sus protestas, fue recluido. Finalmente, yo mismo empecé a manifestar las molestias generales de lo que, por desgracia, no era un simple resfriado.

La fiebre me ha mantenido en cama cuatro días, imposibilitándome en cierta medida el establecer contacto con otras posibles víctimas potenciales en este estadio primario de la enfermedad. Ahora mismo la fiebre ha bajado, pero sigo con cierta desorientación, y estoy notando cierta presión en los pulmones. No hay duda de que la infección sigue su curso.

Los últimos informes que he recibido avisan de que la infección se está propagando mucho más rápido de lo que la información oficial dice. No querrán crear alarma social. Sin embargo, ocultar la terrible verdad que acecha en cada esquina minimizando el peligro y creando una falsa sensación de seguridad es algo completamente contraproducente. A saber cuántos portadores están actuando ahora mismo inconscientes del daño que pueden ocasionar al mundo.

Si leéis esto, por favor, tened mucho cuidado. Y si me veis, por pura casualidad, pensad que ya pertenezco al grupo de los infectados, así que no os acerquéis a mí, si podéis. Avisados estáis.








Maldita gripe.